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CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. EL PIE EN EL ESTRIBO O LOS QUIJOTES DE ALENCART.

    EL PIE EN EL ESTRIBO O LOS QUIJOTES DE ALENCART.





    CRONICAS URBANAS.
    EL PIE EN EL ESTRIBO O LOS QUIJOTES DE ALENCART.

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    Por Jaime García Meffla· En mayo 29, 2016

    Al hondo comentario del maestro Jaime García Maffla, destacado poeta y filósofo colombiano, se unen la pintura de Miguel Elías y la fotografía de José Amador Martín, para ofrecer sus dones en torno al último libro del peruano-español Alfredo Pérez Alencart poeta y profesor de la Universidad de Salamanca. Miguel Elías es autor de la portada del poemario y aquí se reproducen algunas de las obra de su serie “El Quijote de Salamanca”. Nuestras gratitudes.  

    EL PIE EN EL ESTRIBO.

    Ha de hablarse -en el presente ‘ensayo’- de un libro de poesía en el cual, al ser abierto, mira o se encuentra el  lector con dos poemarios, al lado uno del otro y frente a frente -el uno en la página  izquierda, y el otro en la derecha-, que también se miran; y enfrentados (aunque para  en su fluir aunarse),  en composición,  género, ideario, sentir, sentido y postura… Es ‘El pie en el estribo’ (Edifsa, Salamanca, 2016, pp. 66), y como necesario añadir que, tras de un “amor bautizado en hierbas de pureza”, título es del poemario de Alfredo Pérez Alencart.

    De aquel, aquí se quisiera no sólo la glosa de un lector de poesía, sino el esbozo de algo paradigmático en él, para una idea de lo claro distinto y poético de hoy, al cambio de los tiempos, tanto en los lazos que unen vida y poesía como del enigma de ese instante de la inspiración y la labor, en el cual (si inspiración es imaginación) nace el poema, y se revela como, a un tiempo  escrito por su autor, por el lenguaje,  por el ver  o intuir (si intuir es ver), y por el poema mismo.

    No es este libro, pues, una compilación de poemas, sino una sucesión que haría, por una única savia, de ellos un solo poema o  libro que debe ser abordado desde su inicio hasta su final, para hacernos a su decir total. Una parábola.

    Dicho lo anterior,  delante de los ojos que se han vuelto a su estampa o estructura externa e interna,  aparece el hilo de  una gota que la lluvia va dejando, antes de caer, sobre una hoja ancestral de la Amazonía, como sobre los renglones  seguidos está ese otro hilo en dibujo de letras que, sobre una página, que ahora es fe del  escenario del  nacimiento de las lenguas romances, un ser que se inventó a  sí mismo, quien  fue,  y  no cualquiera,  fijando a un tiempo esa que resultara su aventura, en un inicio desventura y luego transformada  en universales ventura y bienaventuranza: don Quijote…

    Advierto, en excurso, que los poemas, al estar numerados llevan desde los estratos del inconsciente, la emoción y de la lógica, a una coherente y única intención de composición, y por tanto, en cuanto a los supuestos filológicos, y para una gravitación abierta que no nos fije o deje en un poema aislado, no he de citar su numeración. El motivo que le dio al cabo su andadura,  llega a ser centro de gravedad y de gravitación:   

    Se ama con las manos abiertas para que el dar
    no traiga desamparo al corazón ofrecido en el páramo
    ya mitad madera mitad piedra con sangre antigua…


    También está el dolor bautizado con hierbas de interés e impureza… Y es título de un libro que se aunaría, sobre, en y por una tensión también hoy nuestra, a las palabras dejadas por Miguel de Cervantes, que hacen de epígrafe, “Puesto ya el pie en el estribo…”, en página con la cual dio el adiós consciente a su efímero e imperecedero y, en su sabiduría, aparente vivir, o haber pasado por el mundo…

    “Pie en el estribo…”, condición que es par de la que, en las “Coplas por la muerte de su padre”, de don Jorge Manrique, su hijo, fueran puestas en boca del Maestre:

    Yo consiento en mi morir
    con voluntad placentera
    clara y pura…


    Finaliza esta copla, en su pie quebrado, con el vocablo: “locura”. Hago a la inversa el camino de la Retórica: de Ars, Opus, Artifex, a  Artifex, Opus, Ars…LA poesía en este libro es canto. fijeza, reclamo y esperanza, certidumbre y entrega en un dolerse íntimo al cual se suma el gozo de todo aquello que habiendo sucedido no consigna la historia: entonces el verso se inclinan a otro contradecir: no la obra abierta de U. Eco, sino la obra cerrada, y luego –a la vez- se devela en alusiones y superposiciones con el rostro de lo ultrareal. Ahora, pues,  caerá el verso de un poema, como esas antiguas  gotas de la  lluvia en las hojas de las selvas ausentes o lejanas, sobre una  armaduras de una Edad Media imaginada, por verdadera y aún tangible, cerca de las almenas  cola de golondrina…

    Todo en el tejido de interpuestas y superpuestas voces, la suya propia –de Pérez Alencart- y la del Rector Magnífico de Salamanca, don Miguel de Unamuno, autor de una “Vida de don Quijote y Sancho”, la del Hidalgo castellano y las voces como páginas de una sagrada escritura, que es la grupa de la acémila de Sancho. Aunque, y para don M. de U., sabemos que la vida ya ha dejado atrás a la Academia…
    La poetización de Pérez Alencart se sustenta en un claro sistema de imágenes de vida que hace posible el darse a un tiempo lo analógico y lo antitético, lo próximo y lo antagónico; en tiempos que a la vez se entrelazan y separan, por el cual, en verdad, se llega a preguntar: ¿dónde está hoy el don de don Quijote, ‘dónde doblan la hoja del tiempo las campanas’, en decir del colombiano Eduardo Cote Lamus?
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